Historia

fontanos

La toma de Tetuán por las tropas españolas y la gratitud mostrada a la imagen del Ssmo. Cristo de la Agonía, hizo que en la Villa de Ontinyent, naciesen en 1860 el festejo con moros y cristianos a semejanza de las que tenían lugar en otras poblaciones, a pesar de haberse mostrado en pretéritos tiempos.

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La fiesta configurada en tres jornadas y protagonizada en su primer año por las comparsas de Cruzados (Capellans), Estudiantes, Marineros y Tomasinas, por las huestes cristianas, y Moros del Rey, Moros del Rif y Moros de Caballería, por las huestes sarracenas, con sus músicas, dianas, entrada, procesiones, misa solemne y ficticia batalla llenaron con su programación los días 5, 6 y 7 de agosto entre el regocijo popular, que año tras año las esperó con impaciencia, viendo crecer el número de comparsas en sus inicios, a pesar de diferentes opiniones, algunas detractoras.

La villa que engalanada e iluminada sirvió de escenario al auto sacramental, vio languidecer, zozobrar e incluso desaparecer el festejo que en agosto o septiembre llenaba sus calles y plazas aromatizadas con el incienso y la pólvora quemada como consecuencia de la ajetreada vida política, las crisis económicas y la agitación social del siglo XIX junto a la aparición de nuevas epidemias de cólera, que sembraron el desaliento y menguaron el número de participantes a pesar de los ánimos infundidos por el alcalde y el párroco de San Carlos.

Organizada en sus inicios por una Junta Directiva de fiestas integrada por representación del Consistorio Municipal, de la Parroquia de San Carlos y «dels Llumeners», encargados del mantenimiento del culto a la venerada y cetrina imagen abogada contra pestes y calamidades, y del Casino del Porvenir, es proyectada y realizada por la Sociedad de Festeros del Ssmo. Cristo de la Agonía desde su fundación en 1880, a través de su junta de gobierno donde figuran entre otros, un representante de cada una de las comparsas.

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En el ocaso del siglo, en 1.900, y contando desde entonces con una subvención municipal, el festejo siguió rigiéndose por los mismos cánones, en medio de una gran animación de gente forastera atraída por la devoción que inspiraba la imagen, las propiedades de nuestras aguas sulfurosas y el regocijo de moros y cristianos integrado por las comparsas de Estudiantes, Marineros, Tomasinas, Labradores, Moros Marinos, Kábilas y Turcos, para presentar con el nuevo siglo XX sobresalientes novedades, al quedar consolidada en cuatro jornadas de agosto.

Como pórtico a los felices años veinte, nuevas comparsas aparecieron en el escenario festero, así como un nuevo castillo en 1.918, que como sus dos anteriores, oyó los grandilocuentes versos que el laureado magistrado Joaquín José Cervino Ferrero compuso ex profeso para nuestra fiesta en 1860 y que ante sus murallas, en el silencio religioso de la plaza convertida en una verdadera batalla de trabucos y arcabuces, recitan los Embajadores, y en cuya torre ondea la enseña victoriosa tras la lucha de arma blanca de los capitanes.

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La fiesta anota en sus anales momentos felices y extraordinarios, como los vividos en 1924 con la regia concesión del título de «Muy Caritativa», o delicados cuando al clero, durante la II República, les fue prohibida su participación en los actos religiosos de 1933, o brillantes con la celebración en 1935 del LXXV Aniversario de su creación, o tristes con la quema y destrucción de la cetrina talla del Ssmo. Cristo de la Agonía en el verano de 1936 que llevo a suspender durante tres años los gozosos episodios que rememoran tiempos del medievo. Tras el paréntesis de la guerra civil con sus tristes y dolorosos días, la fiesta organizó su tramoya de forma sencilla, con la bendición de la nueva imagen del patrón de moros y cristianos y la construcción de una nueva alcazaba realizada con maderas y arpillera pintada, animados con el Consistorio Municipal y la Sociedad de Festeros, cuyas huestes en el discurrir de los días quedaron engrosadas con el nacimiento de nuevas comparsas.

En el ecuador del siglo XX, la fiesta de 1.950, en la que participaron las comparsas de Estudiantes, Labradores, Churros, Marineros, Contrabandistas y Fontanos por el bando cristiano y Moros Españoles, Benimerines, Kábilas, Moros Marinos, Mozárabes y Berberiscos por el sarraceno junto a las fragatas «Méndez Núñez», «Almanzor», la corbeta «Victoria», que en otros días tuvieron su protagonismo no solo en la desaparecida «Nit del Riu» sino en la entrada junto a las artísticas carrozas, cuyos tripulantes obsequiaron al público con dulces y juguetes, vivió el preámbulo de la remodelación de la sede social de la Sociedad de Festeros, que desde 1921 gozaba de la propiedad de un edificio en la antigua plazoleta de Latonda, después de permanecer desde sus inicios en la Plaza Constitucional.

Entre un ascua de oro y un río de vivas sensaciones se vivió con esplendor el I Centenario de los Festejos que preparados con ilusión resultaron brillantísimos así como los vividos en 1985 con motivo del CXXV Aniversario de su creación, después de haber recibido en 1970 la declaración de Interés Turístico Nacional, y haber sido sede del II Congreso Nacional de la Fiesta de Moros y Cristianos.

La fiesta guiada por hombres y mujeres vio modificar sus estatutos y reglamento en el suceder de los días, modificar horarios e itinerarios, incorporando a la mujer como festero de pleno derecho, dignificar los diferentes cargos festeros, contar con dos nuevos castillos inaugurados en 1948 y 1985, incrementar hasta doce las comparsas que componen cada una de las dos huestes – Estudiantes, Guzmanes, Arqueros, Cruzados, Contrabandistas, Fontanos, Almogávares, Astures, Labradores, Cides, Marineros, Bucaneros, Moros Marinos, Chanos, Omeyas, Benimerines, Abencerrajes, Kábilas, Moros Españoles, Sauditas, Mudéjares, Mozárabes, Taifas y Berberiscos- contar con nuevas piezas musicales escritas por su propios compositores que junto a nuestras preces conforman el testimonio de nuestra fe y tradición.